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3er Trimestre 2003

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  Clase 07
12.08.03
Profesor Manuel Sanfuentes

¿Qué nos ha traído aquí a ustedes, estudiantes, a los profesores y a los mayores? ¿qué trajo aquí a los que ya no están? ¿qué traerá en adelante la voluntad de estudiar próximos la arquitectura, la poesía y los diseños?… un reino de todos.
El solo ejercicio de plasmar de tinta página a página va preparando ser un evento, un fresco brotar cuerpos nuevos, un algo que no había sido y allí está.
Está la natura y el impedimento, la pura sabia y los electrones, las técnicas del corazón y el intelecto. El arte sacro une el metal con cristalerías y veladuras.
El Padre Felipe Berríos s.j., quien dirige la Fundación Un Techo para Chile, en una reciente entrevista le dice así a atónito periodista: “pero si el cielo es un regalo de Dios y ya lo tienes”.
Me parece estar ante lo cierto: en uno está todo; nosotros tenemos las cosas “de ya”, de suyo. Y ese Ya es el que se tomó (de suyo) cuando los que fundaron esta Escuela dijeron ya entre sus artes, pintura, arquitectura, escultura y poesía; dijeron ya, vamos, así será, así sea. Ni dudad, ni tanteo; la cosa va; ya!.
Cuando uno dice ya, me parece que dice ahora; procede; el Ha-Lugar de la poesía debe ser ése, el del ahora, el del presente, el del regalo de Dios que es el sentido de la trascendencia cuando la obra dice un ya a la historia, se inscribe en el mundo y constituye un lugar de encuentro no sólo a una generación sino a un tiempo; Alberto ha hablado de una era, Fabio ha dicho que esto es un milagro.
Ciertamente hay fe en lo que aquí se hace, hasta hoy día mismo; y este Taller de América tiene ya su segundo instante. Godo y Alberto fueron maestros en demostrarnos que se podía; que ese ya se pronunciaba día a día.
No soy adulador ni condescendiente; tomo apuntes, oigo callado, dibujo siempre y escribo todo.
Este viaje del que hablamos aquí en el Taller tiene un doble movimiento; por un lado vamos yendo en el sentido del Ya de la Escuela, porque ya partimos; y en ese ya partidos vamos más allá y nos extendemos en diferentes coordenadas al ir de travesía; vamos así en nuestro propio ir yendo… un meta-desplazamiento.
Y vamos emancipados por la propia palabra. Y las cartas de la phalène quieren leer esa destinación, quieren leer ese ya, esa voluntad de ir a las cosas; no sé si de asirlas (o asirlas para dejarlas) y volverlas a su sitio. La poesía y la phalène misma son el canto al desprendimiento, al desprendimiento del poeta de su propio desprendimiento de la poesía de su poesía; recordamos la Carta del Errante de la clase antepasada: “he visto al poeta sobrepasar el poema”.
Las cartas del Taller que llevamos a la Cultura del Cuerpo nos han dicho tres cosas: uno, que “las fuerzas en la palabra que dan pasión, despojan”; la segunda habla de “un viaje, un paso hacia los matices del cielo”; y por último, que “fue la transparencia intersectada en lo oculto”.
El despojo, el viaje, la transparencia ¿qué nos dicen… qué nos han dicho? Que el despojo es un viaje transparente, que las fuerzas pasan intersectadas, que la palabra en el cielo se oculta y que la pasión es un matiz.

El padre Berríos tenía razón: todo está ahí, más aún ya estaba, ya lo tienes.
Entiendo que vamos en la dilucidación de una intimidad, de esa fe en lo emprendido; nuestro juego es un acuerdo fraternal; una travesía que nos lleva al grano de nuestro afán, al meollo del continente, incluso a la barbarie. Sin embargo nosotros nos parecemos a la civilización, vamos cargados, nos devolvemos; vamos a ver e inscribir pero volvemos como en la clase pasada, al sur, como el tango que yo transcribía diciendo: “vuelvo al sur, como se vuelve siempre al amor, vuelvo a vos”. A ese vos que es una voz, ese vos del argentino. Recuerdo en Godo su entonarse, su irse dando cada vez en su diciendo, su entregándose en la phalène al espectáculo llevando a cabo la fórmula del que hace decir ya y consiente y deja que proceda lo que ahí está para ello.
La phalène; la poesía no es un acto ni ordinario ni extraordinario, es el acto de su tiempo, de sus días; es el acto del “ya”, del “de suyo”, de Amereida cuando dice: “cuya sorpresa guarda la mirada”, de la sorpresa, de la mirada; lo nunca visto, lo insospechado, lo imprevisible.
Ayer en la ciudad una clase sobre el vacío en la escultura, lo imprevisible y lo incongruente; pero así era, un vacío dejado; el escultor José y el escultor Oteiza diciendo: “yo no hablo de lo que he sabido, sino de lo que voy sabiendo”:

de la desocupació
de la expansió
de la construcció
de la oposició
de la caixa vacía
de la secuencia de driedres
de la caixa parietal
de la convergencia
de la variant vertical
del ferro
ahora.
Ya.

 

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