Clase
06
05.08.03
Profesor Manuel Sanfuentes
Ocurre que los medianeros hacen del campo de juego
la cancha donde se procede; todo se inscribe en un marco delicioso
en que las medidas cobran su envergadura y lo que allí adentro
sucede, esplende.
La toma de medida organiza y determina una espacialidad
que será ejercida sólo si el juego se lleva a cabo.
El Taller de América versa sobre esa cancha
y el juego de las cartas; versa puesto que reza… cuando oyendo
algo dice: “vuelvo al sur… como se vuelve siempre al
amor”.
Confiesa, reza cuando el campo queda inscrito y
las astas vacías se preparan para recibir a las comparsas
para departir en la batalla sus fuerzas nobles y recientes.
En la cancha, todo el arte de una buena competencia
permite el júbilo del que ha vencido y el canto, como Píndaro
el poeta, que lleva la palabra al héroe; la palabra que celebra
y conmemora… la tierra que desciende después del Ecuador,
la zona se inclina y el sur se aproxima como un vértigo.
… la tierra que se presta para comparecer:
acto y forma, fundación y abertura…
¿Cómo y cuándo se es americano?
De Vasco da Gama al portugués, la andaluza, el temucano,
el de provincia, el de allá adentro a la montaña.
La Tierra versa como la palabra y me hace ser de
ahí; leo: “la dificultad para nosotros está
en comprender que los himnos son una verdadera necesidad por el
acto que se cumple en el estadio, porque sin ellos el acto no llega
a su completa existencia, no se manifiesta como proeza. Las grandes
proezas y sus cantos forman, tenidos juntos, un todo”
M.
Deguy
Sin duda; un europeo encuentra dificultad en el
estadio; para los americanos, los que vuelven a la tierra, al sur;
ese campo es una cancha favorable, un palo y una piedra batallando
entre la jerga.
El lenguaje tiene suelo y procedencia y versa en
el afán de recrear lo que hay ya dado, por eso puedo decir:
Cuando el árbol adivina
toma el fruto lo interrumpe
y alimenta a la mujer
de boca en boca
El rabillo por las dos manos
las tomaderas y el balancín
venía ella y la estrechaba
en pleno salto primaveral
Uno par y doble
convalecía en su emergencia
la rozagancia la embebía
y la fuente guardaba su reflejo
Ahí está la emergencia; sur…
“oh! Septentrional viudo sitio que privado estás de
mirar a aquello”… no se ve; el horizonte se curva
y desciende donde todo emerge en su reflejo que la fuente guarda
como un tesoro, como un poema que prende en la memoria cuando ésta
versa y abraza la proeza que tal vez no es más que contingencia.
La vida diaria; el campo de juego donde esa vida
ha de darse en la esperanza, esplende y aparece dignificada y plena
de méritos.
Vuelve y continúa Deguy: “el encuentro
de la realidad y la palabra, momento de verdad, los griegos lo llamaron
la “festividad” (festín-fiesta)”.
Ese encuentro es el que Píndaro y la poesía
celebran; el lugar y la fórmula. Palabra y acción.
El juego canta; leo una a una las cartas que dan
inicio al poema, que lo incitan a tomar cuerpo y a vencer ante el
desaire.
El poeta Píndaro en la olímpicas
(IV)
“Esto lo soy por la velocidad
¡Manos y corazon semejantes!
Ellos empujan también
Hacia los jóvenes
Los cabellos blancos
A menudo
Fuera del tiempo conveniente
A la edad”
… manos y corazón semejantes, tiempo
conveniente. Estas cartas que el Taller va proyectando, proyectan
a sí mismo el tiempo que ha de venir mientras el septentrión
no puede ver.
… vuelvo al sur como se vuelve siempre
al amor, cuando ya son semejantes manos y corazón.
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