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Amereida > Taller de América > Trimestre 1
Taller de Amereida

   

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Escuela de Arquitectura y Diseño
Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso.
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Viña del Mar, Chile
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fax: (56-32) 274421


 

Clase 05
29.04.2003
Profesor Jaime Reyes

“¡DANTE O NADA!”
Es la consigna proclamada hace más de 60 años por un grupo de poetas en Buenos Aires. Es una indicación extraña que como una luz inextinguible sigue acompañando a los integrantes de una cofradía poética llamada “La Santa Hermandad de la Orquídea”. Yo conozco apenas a uno de sus integrantes; el poeta brasileño Gerardo Melo, autor de la carta que les leí la vez anterior, aquella en que relataba una hoguera inicial, aquel acto primero de nuestra poesía americana. De hecho lo he visto en una sola ocasión; cuando vino para el funeral de Godo hace ya tres años. Yo no pertenezco a la hermandad ni conocí a los demás hermanos, pero esa voz “Dante o Nada” resuena como un eco insistido y realizado aún hoy entre los que continuamos con los asuntos de la poesía, por lo menos en esta escuela.
Sabemos que la mayoría de los manifiestos tienen una potencia inaugural basada en el impacto de su aparición, y que acaban por extinguirse y diluirse ante la fuerza avasalladora de un tiempo siempre móvil y cambiante. Los hechos y circunstancias de la vida terminan por comprometer y corromper los principios y la pasión. Sabemos que todos los manifiestos de los movimientos de vanguardia de comienzos del siglo XX no permanecieron activos demasiado tiempo en la creación y en la mantención de sus propuestas. Algunos hicieron escuela y duraron un poco más que otros, pero a la vuelta de las décadas se han convertido en materia de estudio de la historia en cuanto fenómenos importantes pero finalmente pasajeros; radicales pero efímeros.
Gerardo Melo, cuando estuvo ante todos nosotros en la ciudad abierta dijo (1): “A veces separados, a veces juntos, caminamos hace 60 años. Yo mismo anduve por todos los países del planeta casi. No estuvimos siempre físicamente juntos; 3 años sí que estuvimos juntos el día y la noche, a veces viviendo en la misma pieza. Éramos 6, no teníamos plata como para alojarnos, vivíamos en la misma pieza, 6 personas dormíamos en el suelo... durante 3 años leyendo el día y la noche la Divina Comedia; El Quijote; Hölderlin, y así, así, así vivimos, y nos llamábamos la Santa Hermandad de la Orquídea. Porque la Orquídea no tiene vida propia; la Orquídea sube a la vida del árbol y nosotros a la vida de lo divino: de esto vivíamos, de lo divino. Era una aventura la Santa Hermandad de la Orquídea. Creo que nos hemos mantenido fieles a nuestra consigna primera, a esta cosa de estar siempre con lo sobrenatural. Y Godo después vino a anclar en Chile, lo que ha sido una felicidad: es el espacio sagrado para nosotros. Teníamos esas pequeñas cosas, teníamos un compromiso: que cada mañana, estuviéramos donde estuviéramos al levantarnos, rezar -o cualquier cosa- y cada uno de nosotros pronunciaría el nombre de los 6 miembros de la Santa Hermandad de la Orquídea. Yo lo hago hace sesenta y tantos años: “Raúl, Godo, ta, ta... casi como una letanía, la primera cosa que hago todos los días. Para que pudiéramos permanecer fieles a nuestro compromiso con la eternidad...”
Ahora bien, ¿Cuál es la fuerza de esa consigna que la mantiene con vida? ¿Por qué pudieron ellos permanecer fieles después de más de 60 años? ¿Qué secretos inefables se esconden en esas tres brevísimas palabras?
Ninguno de los hermanos se dedicó a copiar a Dante; ni su temática, ni sus tonos, ni su modo de vida. No se trataba de tener al poeta italiano como ejemplo literal de nada práctico ni de nada espiritual ni mucho menos de algo literario. La frase es confrontacional, por cierto. No permite indiferencia ni medias tintas. Y el mismo hecho de ser así, radical, de no permitir margen de juego ni de movimiento, provoca mayor sorpresa cuando vemos y sobre todo sentimos que se mantiene y que sobrevive. Aquí no hay acomodaciones ni interpretaciones posibles.
No puedo dar fe de los demás poetas hermanos, pero creo que Godo siguió al pie de la letra y sin apartarse ni un vocablo de semejante sentencia impresionante. Y voy a explicar cómo.
Al principio de la Divina Comedia Dante llama a Virgilio, el poeta de la Eneida y fundador de la leyenda de Roma, y le solicita que lo guíe en su viaje por la aventura de los infiernos, del purgatorio y del paraíso. Godo hizo exactamente lo mismo. Baste leer el título “amereida”. Godo también le pidió a Virgilio que lo guiara para elaborar una leyenda poética; la de nuestra América regalada. Godo comprometió su vida y su obra en un encargo dificilísimo: cantar un continente a través de una épica completa. Y nos atravesó su palabra, su poesía, hasta la sangre misma, de suerte que todos nosotros estamos inmersos sin remedio en mitad de la aventura. Hacemos travesías para continuar con la consigna, para que la leyenda sea construida y a partir de ella compartir un origen y debatir un destino. Esta empresa nuestra nace de una revelación, de un arrojo o coraje que no tiene término ni final en el tiempo. No puede acabarse porque no responde a las circunstancias ni a las vicisitudes cotidianas. En el fondo se trata de algo que no nos pertenece del todo; es una obra mayor que no depende de las personas. Murió Godo y otros horribles trabajadores han venido para comenzar en el punto en que él desapareció. Y otros vendrán a su vez para continuar en los horizontes en que a nosotros nos corresponda sucumbir.
La consigna ¡Dante o Nada! no fue una declaración al modo de los manifiestos, no fue un lema al modo de la política: fue y es una invitación al juego que conmueve hasta la base de misma de nuestro íntimo fundamento.
Voy a intentar explicarme haciendo un breve rodeo.
Ustedes y yo hemos sido educados, sin variaciones demasiado profundas, de la misma manera: El hecho es que pertenecemos a una realidad llamada Civilización Occidental. La misma que Dante y Godo (no así Virgilio) ayudaron a forjar (aunque ellos intentaron lograr algo bastante distinto a lo que hoy se acepta como una normal situación mundial). Y en esa educación aprendimos a adorar la disciplina marcada por el pensamiento; la verdad fundada en inventos ancestrales que ordenan la construcción de cierto tipo de preguntas consideradas esenciales. Con los ojos adquirimos las demostraciones de un paisaje edificado por la sabiduría. Con los oídos recibimos las vibraciones de ciertos aires y estratos que funcionan como sistema. El tacto es para urdir el peso de las herramientas y las manos son para elaborarlas. El cuerpo lo usamos para retirarlo de los fenómenos y así obtener el conocimiento. Sabemos lo implacable que es el razonamiento, podemos acumular y acumular certidumbres a través de procesos. En el fondo somos hombres y mujeres y sociedades que progresan. Creemos fielmente que la historia cursa su ser y su estado sobre una línea. Ya no necesitamos que los dioses creen el mundo porque podemos incluso crear a los dioses. Estamos arrojados hacia la gloria de los procedimientos lógicos; enfrentados al rostro objetivo del universo; cazados por las escala cronológica e inmutable de las eras y armados por la estructura infalible de la inteligencia. Nuestras familias se reducen para adaptarse a la medida de espacios habitables optimizados por el rigor de la velocidad, por el recinto privado. Todos nuestros años son siempre de preparación y entrenamiento, como si apostásemos el sudor del trabajo siempre al futuro, en la pretensión de una recompensa venidera. Pero esa apuesta nunca es respetada por la vida y menos aún por la muerte, por lo tanto tampoco por la eternidad ni por el presente.
La consigna de la Santa Hermandad de la Orquídea, el rumbo americano abierto por Godo y las estrellas firmadas de Virgilio y de Dante son una exhortación para muchas empresas de vida, pero ante todo son un canto profundamente actual para que una leyenda se realice a plenitud. Nosotros hablamos estas cosas aquí, en este Taller de América que reúne a toda la escuela, precisamente por el hecho mismo de la reunión. Esta escuela se hace con todos y cada uno de nosotros, los que estamos y los que estuvieron; es esta una empresa colectiva que descansa lejos de la individualización extrema que nos propone el mundo del éxito supuestamente adecuado y actual. Aquí cuenta la comunidad que me gusta llamar la multitud, por que sólo a través de la fiesta de la multitud se construye verdaderamente el mundo. Rimbaud cantó una vez que vale lo mismo la mano que ara que la mano que escribe, y nosotros lo tradujimos en la dura creencia de que no existen oficios superiores ni inferiores, sólo existe la igualdad intrínseca de todos los oficios. Sólo hay personas entregadas sin temor y por amor al servicio de la realidad. Una de estas personas murió hace un par de días, se llamaba Don Mario Cabrera. No era poeta ni académico, sin embargo estuvo casi toda su vida con nosotros. De hecho estuvo hasta más que nosotros, porque la casa de la escuela era su casa, vivía junto a su familia en este edificio (allí donde ustedes hoy día van a sacar fotocopias) y acaso tal vez por eso es que nosotros, en esta escuela, tenemos CASA. Y esta es una posesión preciosa y libre en un mundo que sólo quiere reconocerle valor al servicio impersonal y aséptico, en donde las relaciones humanas se miden como recurso y no como lo que realmente son: una fuente eterna de maravilla. Don Mario estuvo en cuerpo y alma enteramente dedicado a esta relación amorosa y prueba de ello es que su labor dejó -hace ya muchos años- de ser un mero servicio profesional para convertirse en vocación. El testimonio de esta vocación es que su mujer, sus hijos, sus nietas, su familia, se quedó con nosotros para continuarla y extenderla. Ese eros hondo y extraordinario es lo que nos constituye firme y sagradamente sobre la voluntad de hacer un mundo, superando toda aquella educación inútil que nos desvía. Espero que esta escuela de arquitectura y diseño continúe necesitando de esta clase de compromisos. Para que sigan existiendo personas, verdaderas y exquisitas personas como Don Mario Cabrera. Hoy nos corresponde agradecerle y prometerle un lugar junto a Mnemosine, la madre de nuestras musas.
Invito a todos los que conocieron a Don Mario y a los que deseen acompañar a su familia a una misa que se realizará ahora a las dos de la tarde en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús en miraflores alto.

(1) GERARDO MELHO
Queridos amigos, no se asusten; no voy a leer todos estos libros ni estos papeles. Espero ser muy breve.
Yo creo que hablaré muy poco.
Desde que llegué a esta edad, estoy como Antígona: hablo más con los muertos que con los vivos. Podría hacer un pequeño cuento de mi vida con Godo. Son 60, más de 60 años. En el año ‘39, nos encontramos en Buenos Aires, Godo y Efraín Tomás Bo. Godo estudiaba economía. Raúl Young era su más íntimo amigo entonces, también estudiaba economía. Había un profesor en la Universidad de Buenos Aires que quería hacerlo -a Efraín Tomás Bo- matemático, lo consideraba un genio de las matemáticas, sabía mucho, pero él abandonó la matemática y se recibió en Filosofía. Después yo, que no era nada. Había otros dos brasileros: Napoleón López; que anduvo por todo el mundo también anduvo en Chile, tuvo sus aventuras, se convirtió: se hizo hermano tercero franciscano, vivió religiosamente como un santo hasta sus últimos días. Y el negro Abdías Nascimento, senador de la República en Brasil, apóstol de la causa de los negros, poeta, pintor, teatrólogo, de todo. Y la cosa nuestra empezó un día en un bar en Buenos Aires, Godo estudiaba economía; pero qué es economía, la única economía que nos puede interesar es la economía salutis: la economía de la salvación. Y entonces por ese tiempo leíamos muchos libros y se leía mucho, me acuerdo hasta del aspecto de un libro; el libro de estética de Croche que tenía un prefacio de Unamuno muy bonito, donde decía –Unamuno- que la cosa de la unión del hombre con Dios, la religión, es una cosa económica: había que amar a Dios porque Dios es mayor que yo mismo. Entonces abandonamos la economía y entramos en la economía salutis, y descubrimos ahí que éramos todos poetas, todos teníamos montones de cuadernos, de versos horribles, teníamos todos veintiún años. Bueno, entonces una tarde en un café que se llamaba Victoria hicimos un pacto al cual nos mantenemos fieles durante 60 años. El pacto del Victoria se llama entre nosotros, en nuestro lenguaje de sagrada masonería, el pacto del Victoria, jamás ninguno de nosotros lo ha traicionado, en todos los caminos malos y buenos que hicimos en la vida. Entonces quemamos todo el poder en la plaza pública, se hizo una hoguera como se queman las naves y Godo salió con la consigna: “o Dante o nada”, o escribimos a la altura del Dante, o no hacemos nada. Entonces salimos de ahí y no sé si escribimos alguna cosa. Lo intentamos toda la vida.
Me acuerdo entonces de Godo en Buenos Aires en la casa de su papá. Yo creo que los hijos de Godo no han conocido al viejo Nicolás, padre de Godo, un italiano vehemente. Para nosotros, a la edad de veinte años, todos nosotros, se dice la gente es muy vieja. Imagínate para los muchachos que están ahí (señala hacia la galería) deben decir: “pero este viejo...”. Yo tenía la impresión que el viejo Nicolás tenía cien años, de pelo blanco, un italiano muy violento, anarquista toda la vida, protestando contra todo. Anarquista que consideraba que el estado era la mayor infamia que el hombre había creado en el mundo. Y murió fiel a su consigna de anarquista ... no logró hacer de los hijos anarquistas. Me acuerdo la mamá de Godo; me acuerdo de Claudio Girola adolescente con su padre escultor.
Entonces vivimos unos días en Buenos Aires, ahí nos dimos una cita en el Etna, yo partí en un viaje a Etna a buscar las sandalias, se dice las sandalias en español, las sandalias perdidas de Empédocles. Y se partió de Buenos Aires. Yo me fui a Río, ahí los esperé, en Río. Cuando llegaron Godo, Efraín y Raúl, nosotros -los 3- esperamos y de ahí partimos, pero habría que ir primero, según el programa de Godo, a Tahiti. Entonces salimos de Río de Janeiro, se fue hasta la Amazonía; de todas maneras un grupo partió por barco. Napoleón no podía pasar por barco el Pernambuco, donde habíamos tenido líos políticos con la policía de la dictadura de esta época, entonces él no podía pasar el Pernambuco. Entonces Godo bajó, yo voy por tierra con él desde Bahía arriba, entonces atravesaron Godo y Napoleón el sertao de Bahía, pasaron por Canudos en caballos, en burros, en barco por el río San Francisco hasta el interior de Piahuí; un lugar perdido.

De Piahuí entonces también se fueron en caballo hasta San Luis de Maragnon, probablemente en barco donde venían los otros y siguieron hasta Belem do Pará y de Belem a Amazonas. Las aventuras de estos viajes son innenarrables: de ahí al Perú, Iquitos, que sé yo. Después Colombia, Venezuela. Por Perú hasta que pasaron por Chile, entonces Godo se quedó, muy enfermo. De Chile volvió a Buenos Aires con la malaria que había contraído en el Amazonas y después el viaje siguió.
A veces separados, a veces juntos, caminamos hace 60 años. Yo mismo anduve por todos los países del planeta casi. No estuvimos siempre físicamente juntos; 3 años sí que estuvimos juntos el día y la noche, a veces viviendo en la misma pieza. Éramos 6, no teníamos plata como para alojarnos, vivíamos en la misma pieza, 6 personas dormíamos en el suelo... durante 3 años leyendo el día y la noche la Divina Comedia; El Quijote; Hölderlin, y así, así, así vivimos, y nos llamábamos la Santa Hermandad de la Orquídea. Porque la Orquídea no tiene vida propia; la Orquídea sube a la vida del árbol y nosotros a la vida de lo divino: de esto vivíamos, de lo divino. Era una aventura la Santa Hermandad de la Orquídea. Creo que nos hemos mantenido fieles a nuestra consigna primera, a esta cosa de estar siempre con lo sobrenatural. Y Godo después vino a anclar en Chile, lo que ha sido una felicidad: es el espacio sagrado para nosotros. Teníamos esas pequeñas cosas, teníamos un compromiso: que cada mañana, estuviéramos donde estuviéramos al levantarnos, rezar -o cualquier cosa- y cada uno de nosotros pronunciaría el nombre de los 6 miembros de la Santa Hermandad de la Orquídea. Yo lo hago hace sesenta y tantos años: “Raúl, Godo, ta, ta... casi como una letanía, la primera cosa que hago todos los días. Para que pudiéramos permanecer fieles a nuestro compromiso con la eternidad.
Bueno, esa es una pequeña historia.


Yo no les voy a hablar de Godo, pues no tengo palabras, pero traigo algunos mensajes. Efraín Tomás Bo el primero de nosotros que partió para la eternidad, que murió. Lo celebramos en Río y en San Pablo con un acto muy bonito. Godo fue, Raúl vino de Argentina, Napoleón vino de Bahía, hicimos una gran fiesta primero en el Monasterio de San Benito en Río, después en la casa de un amigo, una casa muy grande. Una fiesta con 100 ó 200 personas, después en San Pablo en la casa de la poeta Dora Ferrer Da Silva, viuda del filósofo Vicente Ferrer Da Silva, amigo nuestro, una gran fiesta con 100 ó 200 personas, después en San Pablo en la casa de la poeta Dora Ferrer Da Silva, viuda del filósofo Vicente Ferrer Da Silva, amigo nuestro, una gran fiesta con 100 ó 200 personas. El segundo que murió fue Napoleón. Murió, se enterró vestido de fraile franciscano. Era casado, con 2 hijos, murió también. Después Godo falta... ¡No nos falta, está aquí con nosotros! Yo cuando recibí la noticia de la muerte de Godo, lo llamé por teléfono a Raúl Young, en su pequeña ciudad argentina de Pinamar. Vive ahí hace años en Pinamar. Publica en un periódico local, con textos en griego. Es una locura, y escribe sus poemas y vive ahí, y es además médico de pronunciación, como se dice. Es el mayor de nosotros, tiene 86 u 87 años. Lo llamé. Dijo Raúl: “seguramente los amigos de Viña van hacer una conmemoración, una fiesta para Godo, que le gustaban mucho las fiestas, van a hacer una fiesta para Godo, tú tienes que ir”. Claro, 2 días después me llama: había tenido un infarto con esta noticia, el corazón no la aguantó. Pero hace ya un tiempo lo llamé, Raúl: “los médicos son unos perros de guardia, y el perro está aquí todos los días en mi casa, me ha prohibido de salir de la casa, te voy a dictar por teléfono 3 ó 4 palabras para que digas ahí”. Abdías el negro, el senador de la República, el senador también está en los 87, también los perros de guardia de la medicina no le han permitido salir. Un pequeño mensaje de este libro (lo muestra a los asistentes), porque él también se hizo pintor. Dedicó su vida a la lucha por los negros, porque vivimos en un país, el país más mestizo del continente y del mundo: Brasil, que es un mosaico de todas las razas con 40% ó 50% de la población con sangre negra, es el país más racista del mundo, la vida de un negro ahí es muy dura; y el Negro Abdías después de la Santa Hermandad, tomó la bandera de la liberación, de la segunda abolición de la esclavitud en Brasil.


Es un héroe negro, entonces pintó, se hizo pintor por su causa, es una pintura, son siglos de la negritud, es un teatrólogo, es un poeta y todo, traje este libro para el Instituto de Arte y con un pequeño mensaje para Godo que está aquí en unas de sus pinturas, la pintura que se llama Godolorecha, estos eran los nombres de los dioses africanos, que son todos nuestros dioses ... pero ese libro con el Cristo negro, que lo ha pintado él y (muestra la pintura en una página) eso sería Godo y con este pequeño mensaje:
(lee en portugués) “Perdidos en los misterios de los ritos del cosmos amazónico, los hermanos orquídeos Godofredo Iommi, Efraín Bo, Juan Raúl Young, Napoleón López Fili y Abdías Nascimento, vais una vez embarcados en la habana aventura pre malograda de descifrar lo indescifrable, enigma de lo humano de la naturaleza frente a lo divino”. Lo digo en portugués porque mi español es muy malo, creo que todos entienden portugués. Allí estamos Godofredo febril ...la traicionera malaria... ...de los dioses africanos de la selva ...”
El mensaje de Raúl: “Te acuerdas Godo, el adolescente de mármol en este jardín de Buenos Aires, un cántaro de agua permanente caía sobre la belleza de su cuerpo, como en el verso del poeta, el agua era al mismo tiempo la túnica que lo vestía y la luz que lo desnudaba. Nunca era suficiente el tiempo para contemplarlo en la plena belleza de su presencia y de su gracia. Ahora sí ya no te cubre, ya no te oculta el tiempo efímero y te podemos contemplar la presencia de tu gracia real, te veo así, como te hizo la eternidad. Y mientras nos estamos yendo, entre mi última aldea en Pinamar y tu última aldea en el Pacífico, no me despido, repito el saludo de tantos años a las puertas del viejo bar que entre Corrientes y Santa Fe: Hasta mañana hermano.”
La Santa Hermandad de la Orquídea, nosotros los cristianos creemos que los hijos son la prefiguración de la resurrección de la carne, entonces mis hijos, los hijos de los otros hermanos, como los hijos de Godo están en la cosa de la Santa Hermandad. Mi hijo, que es poeta, vive en París, no pudo venir porque vive en París, celebró a Godo allí en París, con Juan Pablo y con el hijo de Efraín Tomás Bo, que también vive en París, hizo un pequeño poema que me mandó y lo quiero leer:
“Donde ahora el constructor de paraísos sostenía sus techos como hervidos y vivía alrededor de sí mismo frecuentándose, en él su Guerra Santa y rescataba sus ruinas de sí mismo a sí mismo por nosotros. Preguntaba y su ritmo y su armonía por cántaros lo callaban, él qué pájaros, qué paraísos urdía pero ... y en estatuas de sal se transformaba huyendo de su huída, fecundando todos nuestros caminos que cruzaba y nos íbamos llevando los desvíos de nuestras llegadas, él que inventaba paraísos ... ausentes de certezas, de pasado y de futuro ahora en su mirada preguntaba y respondía a quienes nos habríamos las puertas sobre nuestro deseo de jardines. El inventando paraísos a su y a nuestra cotidianidad, sin adiós, sin partidas, sin partidas, sus adioses, él sabía sin ausentarse. Y de la cueva, de la boca, los reflejos, bailaban en la cueva de la nuestra y hasta el silencio era bello en su voz. El que conocía paraísos, porque los buscaba, sus caminos paso a paso, bifurcándose y donde nosotros ... Te busco y dónde estás, no sé pero sí sé donde estuviste y fue allí en el comienzo aquél donde el olvido hace nacer la memoria.”
Ese es el homenaje de la nueva generación, con la Santa Hermandad de la Orquídea continúa ... hay en todo el mundo, poetas que se creyeron la Santa Hermandad, se hicieron heréticos después. Para nosotros murió ayer uno de estos pobres heréticos; que Dios lo tenga. Murió Edison Simmons ayer en París.


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